
Luego de recorrer entre una hora y media y dos, pudimos llegar a Arashá, la entrada es bastante cómoda y al parecer la llegada al parqueadero, para que luego nos indiquen donde debemos esperar el bus que nos iba a llevar al hotel, prometía mucho, al menos dejaba aparecer que existía una buena organización, por el sonido de los transmisores portátiles de cada trabajador del lugar.
Llegamos como a las 7:30PM y estaba arrancando la primera actividad de la noche, el paseo nocturno por los senderos de la hostería, nos entregaron una antorcha por pareja y el guía empezó las instrucciones. Pues Benito fué muy amable, carismático y conocía bastante bien algunos datos técnicos de la flora del lugar, sin embargo el camino era un tanto peligroso, lleno de priedras, lodo y sobretodo no nos indicaron que era necesario tener zapatos un poco más adecuados para ese terreno, en todo caso parecía interesante y no tan complicado. El hecho de caminar en la oscuridad no era tan terrible, es más me parecía novedoso, sin embargo a la mitad de la caminata nuestro guía nos indicó que apaguemos las antorchas, y la mediana claridad se convirtió en oscuridad absoluta, así que a andar se ha dicho, el camino se volvió mas tortuoso pero lleno de algunas cosas interesantes como las raíces fluorecentes, las luciernagas, entre los sonidos profundos de la naturaleza que pasan desapercibidos con un poco de luz.
Alquilamos una Suite, que por el precio parecía ser la mejor equipada y con mejores servicios, obviamente no ibamos a escatimar en el precio ya que celebrabamos nuestro primer año juntos. Además solo se trataba de una noche así que pensamos que era adecuado tratarnos bien.
Nos dieron la llave número 43, así que al volver de la caminata empezamos a buscar la habitación que nos indicaron estaba al finalizar el camino principal. Llegamos a la cabaña que estabamos seguros era la señalada, pero nos encontramos con el número 301!, pues nos equivocamos -pensamos-, bajamos un poco y encontramos una señora que trabajaba ahí, le preguntamos donde esta la suite 43 y nos dijo que estaba al otro lado donde estabamos, así que nos dirijimos en dirección a lo instruido por la señora.
Luego de prender varias luces, subir varias chozas y reclamarnos mutuamente porque ninguno escuchó las instrucciones, regresamos a la recepción. Ahi nos indicaron que el número 43 era de "seguridad" y que la cabaña correcta era la 301. Ufff... estabamos cansados, sudados y ya un poco de mal humor y debiamos caminar nuevamente hasta regresar al mismo punto.
Finalmente entramos a la habitación, la estructura muy bonita, pero la televisión era de 21 pulgadas, no era de las modernas LCDs o similares, en todo caso era la habitación más costosa y tenía TV por cable, así quise ver que tal estaba la señal, resultó que no había ningún canal activo, había que pagar extra, cosa que no lo ibamos a hacer porque el precio ya era lo suficientemente alto. El baño estaba bastante bien, solo que la ducha de telefono como se la conoce estaba rota en la manguera y solo funcionaba la regadera.
Decidimos ir a cenar y bajamos rapidamente al comedor, ahí nos pasaron el menú, que al inicio nis dijeron que cualquier comida estaba incluida, sin embargo al solicitar el plato especial, los langostinso, resultó que justamente ese plato no estaba incluido y si queríamos ese debiamos pagar el valor completo del plato (apenas era 4 dólares más costoso que el segundo plato mas costoso que si estaba incluido en el precio). Finalmente nos decidimos por una tilapia y unos camarones apanados, no demoraron mucho y trajeron nuestro pedido, la verdad es que la tilapia no sabia a tilapia ni a ningún otro pescado, era totalmente insabora, según mi esposa (que sabe bastante de cocina) el pescado no era fresco, y mis camarones... pues estaban bien pero acompañados de arroz y una menestra que tenía un sabor terriblemente feo. Así que nos quedamos con hambre y al beber la limonada, sorpresa! estaba hecha con limones rancios.
Volvimos a la habitación y tuvimos un par de batallas con unas pequeñas mariposas en el dormitorio, nada grave a excepción de algunas telas de araña que hacian su nido en un par de lugares, en el techo y en la lampara de noche. Al apagar la luz desaparecieron (de nuestras vistas), así que empezamos el culto al Dios Morfeo, pero durante la noche las almohadas empezaron a revelar sus secretos, un tanto duras, llenas de polvo y los juguetones acaros.
Al empezar la jornada del día siguiente decidimos desayunar con un poco mas de optimismo, pero las cosas no cambiaron, el queso no era fresco, la carne estofada estuvo bien, pero el verde con tocino realmente fue una experiencia disgustosa, era probar una mezcla de sabores fuertes, casi como si fuese una sola masa de tocino. La fruta estuvo mejor aunque se la senti que habian pasado varias horas desde su corte y no tenía un buen proceso de conservación.
Situación similar sucedió con el almuerzo, que no hace falta explicar más porque la poca expectativa que teniamos se había diluido. Fuimos a dar un paseo final y bajamos hasta el río Negrito, tome un baño delicioso y regresamos para tomar nuestro camino y regresar a Quito.
Es la tercera vez que voy a Arashá (la anterior fué hace casi 5 años), en sus buenos tiempos era muy buena la comida, la cordialidad existía y sobretodo se salía complacido de haber pagado el precio porque en verdad lo merecía. Ahora lo único bueno que queda es la vegetación y el encanto de la zona, porque el valor agregado es cero. Pagar 298USD por una noche no valió la pena, seguro pudimos mejorar el recuerdo de nuestro primer aniversario.
Falco